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miércoles, 2 de julio de 2014

Porque la zona es oscura y alberga horrores

Una reflexión de Oscar Moreno

Algunos lo habrán entendido (eso quiere decir que tenéis buen gusto audiovisual), pero imagino que otros no (en cuyo caso recomiendo el empezar a ver Juego de Tronos). Después de esta breve pero necesaria introducción, comencemos a hablar de lo que hemos venido a hablar, de lo que nos apasiona, de BALONCESTO.

Lejos de lo que pueda parecer este título hoy no me veo con la inspiración necesaria para indagar en temas técnicos, como pueden ser distintos tipos de zonas o sus respectivas maneras de atacarlas. Hoy venía con la intención de rendir tributo a ese hombre mayor que es feliz con una pelota de baloncesto y un partido improvisado con sus amigos (con mayor me refiero en edad baloncestística, donde el intervalo comprende de los 35 hasta los que el cuerpo aguante, ya que fuera de la cancha la edad no te limita a nada pero dentro de ella sí pasa cierta factura). De todos es sabido que a medida que pasa el tiempo, para este grupo de personas los pasos quedan un poquito al margen y acaban aparcados en un segundo plano, el ángulo cervical cada vez se inclina más hacia la pelota y las faltas empiezan a brillar por su ausencia. 



Pero... ¿qué importa? Sin lugar a dudas, ellos son precisamente los que más viven el baloncesto. Una “pachanga” habitual de parque para ellos es el momento de dejarse la piel, de luchar cada rebote como si fuera el último y de plantar cara a los más jóvenes que se creen mejores porque al lanzar su pelota rueda, dejan las manos arriba y el tiro describe una parábola.

Con estas palabras quería llegar a la conclusión final de esta reflexión: la casta, el mal genio, las ganas de hacer algo, el trabajo duro... tienen una virtud muy curiosa que no estaría de más destacar. Esta virtud no es otra que conseguir superar al talento. Quizás el trabajo tardará más en conseguirlo que la genialidad, pero la constancia y el tiempo superan con creces a cualquier capacidad innata. Por esta razón quería ponerles a ellos como referencia de esta reflexión ya que indudablemente son un aliciente para dar un golpe en la mesa y decir: ¡Quiero hacerlo y lo voy a hacer!



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